Apenas
quedaban un par de gotas en la cantimplora. Mi cuerpo era puras llagas y con la blusa me cubrí la cabeza para evitar una insolación.
Mis retinas estaban abrasadas pero vi en el horizonte la silueta de
un hombre y su camello. En un último intento por sobrevivir, corrí
tropezando con mis propios pies hacia él. Cuando le alcancé, le
abracé con todas mis fuerzas.
-
¡Ayúdeme! ¡Agua! Por favor, se lo ruego.- le supliqué con mi
último aliento.
-
¿Y a mí qué me cuentas? Soy un cactus y no hablo.- contestó.